En la historia de nuestras vidas como Pueblo y como Nación, el 25 de mayo y el 17 de octubre son fechas que se corresponden. Señalan el paso inicial hacia un objetivo superior, anhelado por el Pueblo e irrenunciable para la Nación. La independencia política que reivindica el primero al liberarnos de los tutelajes ya insostenibles y que forjó las fronteras, el sentimiento nacional y el ambiente físico, la Patria, nos dio una nacionalidad. La independencia económica como base del perfeccionamiento social que reclama el segundo -defendiendo y protegiendo los valores actuales y, por lo mismo, completando y fortaleciendo la independencia política heredada- también corresponde al fervor popular y al anhelo más hondamente sentido: el de la unidad de todos en la Justicia Social y en el progreso común. (...) Para mí este es el significado más hondo del 17 de octubre que se levanta en nuestra historia como un inmenso marco que separa dos épocas perfectamente definidas.
Del lado de allá está los años en que la unidad del pueblo – sólo realizable y posible dentro de los conceptos de justicia social que nos señaló nuestro líder el general Perón – fue una fuerza en potencia que ningún gobernante se atrevió a traer a la superficie de nuestra vida común. Los grandes intereses monopolistas y explotadores de nuestro trabajo así lo imponían y encontraron en la oligarquía un socio complaciente y dócil para burlar a la Nación.
Del lado de allá está los años en que la unidad del pueblo – sólo realizable y posible dentro de los conceptos de justicia social que nos señaló nuestro líder el general Perón – fue una fuerza en potencia que ningún gobernante se atrevió a traer a la superficie de nuestra vida común. Los grandes intereses monopolistas y explotadores de nuestro trabajo así lo imponían y encontraron en la oligarquía un socio complaciente y dócil para burlar a la Nación.
Del lado de aquí están los años en que esa unidad antes imposible se va plasmando bajo la dirección del líder, apoyándose en tres aspectos fundamentales de su obra: la justicia social, unificando fuerzas hasta entonces antagónicas e irreconciliables; la recuperación de nuestro patrimonio colectivo y sus fuentes económicas permanentes, derribando al mismo tiempo las represas postizas que impedían nuestro libre desenvolvimiento nacional y nuestra propia industrialización y, finalmente, la voluntad cooperadora y pacifista que el general Perón ha reiterado ante todos los pueblos próximos y distantes, característica esencialísima de nuestra política internacional.
Estos tres fundamentos han forjado un hecho nuevo en nuestra historia política, cuya primera demostración está en el alma misma del 17 de octubre, cuando todo el pueblo sale a recuperar a su líder. Es la unidad entre el pueblo y el gobierno. Una unidad patriótica y reordenadota que sólo habíamos conocido en 1810 y que desde aquellos días gloriosos de las campañas por la independencia hasta la actualidad, sólo esporádicamente pudimos adivinar en los mejores intencionados.
Eva Perón (16 de octubre de 1948)
Eva Perón (16 de octubre de 1948)
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