(Por Jorge Giles, Publicada en BAE el 26 de septiembre de 2008)
La Presidenta está culminando su misión en Nueva York. Mirará por última vez el lomo caído del toro de Wall Street y recordará los tiempos en que su bufido encontraba eco y admiradores en estas pampas. En el Consejo de las Américas reafirmó el modelo en marcha desde el 2003 y se despidió con todo rigor, afirmando: “Ahora, son ustedes, los EEUU, los que precisan un plan “B” para salir de esta crisis. Nosotros no estamos tan mal con el plan que venimos desarrollando…se rompió aquí la lógica de ganar dinero sin producir bienes, servicios o conocimientos…están así porque creyeron que el Estado no debía intervenir y miren cómo lo hizo en estos días”.
Navegando en el mismo ojo de la tormenta que azota a los EEUU, observó de cerca el colapso y no permaneció neutral. Por el contrario, reclamó el fin de la unipolaridad para dar paso a un mundo multilateral y el cambio de la lógica de la guerra por el de la paz, el crecimiento y el desarrollo. El rol activo del Estado, la ciencia y la tecnología, la producción y el trabajo, los derechos humanos, el desendeudamiento, la política anticolonial sobre nuestras Malvinas, el conocimiento al servicio de la justicia social en una región tan rica como injusta, fueron parte de su mensaje.
Los procesos políticos se abordan así como lo hizo, desde una mirada integral y no parcial. Lo aprendimos con Jauretche, Galasso, Ferrer y otros pensadores que alumbran los caminos con candil y lumbrera propia enseñando que el desarrollo se logra desde adentro hacia fuera, nunca al revés. Este gobierno tiene una estrategia basada en el crecimiento y el desarrollo con inclusión social. Por eso insiste con el desendeudamiento y la redistribución de la riqueza, en tanto columnas sostenedoras del modelo nacional y popular, integrador y progresista que representa. Entiende que saldar las viejas deudas con los bonistas, los organismos multilaterales y el Club de París, son la forma que en esta etapa tiene el proyecto político de país soberano. ¿O no es preciso aprovechar el momento para redistribuir la riqueza y liberarnos de las últimas ataduras que nos quedan en materia de deudas? Que nadie se asuste, será el Congreso de la Nación el que tendrá la respuesta final. Lo importante es no pisar el palito sumándose al coro de quienes se frotan las manos echando sal en las heridas que provocan con sus infamias y apresurados pronósticos apocalípticos. Esos son los que titulan en los grandes medios de comunicación con los prontuarios de los delincuentes antes que con el digno mensaje de la Presidenta de todos los argentinos. Señores de los grandes medios, perdieron toda vergüenza.
Hay en el ambiente un análisis malintencionado de algunos que se oponen a todo lo que haga el gobierno con la libreta incendiada del almacenero. Ejemplo: con gritos destemplados vimos a Chiche Duhalde, Gerardo Morales y la Coalición Cívica, oponerse en el Senado al proyecto de movilidad jubilatoria. Qué paradoja siendo éste el único gobierno después del gobierno de Juan Domingo Perón, que más aumentos otorgó a los jubilados y que hoy además intenta asegurar por ley, que reciban como mínimo dos aumentos al año. Es una ley de movilidad y no una ley de aumentos en los haberes. Sin embargo, los opositores vociferan que estamos a las puertas de una injusticia. Lo dicen además los que tienen la densidad moral del tamaño de una arveja desde que apostaron a la desaparición del sistema de reparto y metieron la mano en los bolsillos a nuestros viejos queridos. Causa tristeza ver cómo se engaña a los jubilados desde las mismas tribunas que festejaron con Eduardo Buzzi, Llambías y la Sociedad Rural el castigo que a la sazón infrigieron a los pequeños y medianos productores y en definitiva a la posibilidad real de redistribuir la riqueza, votando contra la Resolución 125. Son los que edifican su propio orden en contraposición al orden ajeno, actuando por espasmos y tratando de enseñarnos con una calculadora de mano, la quinta esencia del progresismo trucho. Deberían saber que las calculadoras sirven para sumar y restar pero no para construir un proyecto político.
El mundo está cambiando y ya nada volverá a ser lo que fue. Dar cuenta de ello es posible en tanto podamos mantener la cabeza y los ojos bien abiertos, con la necesaria dosis de creatividad para abrir caminos.
Vienen nuevos paradigmas y no tan sólo el intercambio de fichas en el tablero caótico pero esperanzador en que se convirtió el planeta. Al ocaso definitivo de la hegemonía del Consenso de Washington le sucederá un nuevo mundo sin hegemonías y una América del Sur que no disputará los restos humeantes del neoliberalismo, sino que afianzará la igualdad, la democracia y la justicia social.
Era previsible en una región donde dos mujeres, un cura, un obrero metalúrgico, un indio, un joven economista, un militar y un médico, se decidieron a caminar unidos, justo cuando los relojes marcan la hora de los pueblos.
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